Publish at Scribd or explore others:
POETRIA MINOR
O "Los Poetas Menores" de El Capaneo:
un hermano menor, pero ruidoso e inquieto,
que quiere salir a jugar...
Abrimos esta sección de poetas jóvenes y desconocidos (algunos, aun para sí mismos), que decidió retoñar de las entrañas del gigante CAPANEO, alimentándose de su POETRIA MAIOR.
Poetria, para que puedan darse cita los ejercicios de creación y traducción poética de los amigos.
"Minor", como un gesto de reverencia conmovida que hacemos hacia los grandes poetas (porque reconocemos la grandeza), pero no menor en dignidad, porque surge del mismo palpitar humano del corazón.
Un seminarium, un "semillero": una escuela de poetas y traductores...
Para cuidar a los hermanos menores.
Revista Universitaria El Capaneo
un hermano menor, pero ruidoso e inquieto,
que quiere salir a jugar...
Abrimos esta sección de poetas jóvenes y desconocidos (algunos, aun para sí mismos), que decidió retoñar de las entrañas del gigante CAPANEO, alimentándose de su POETRIA MAIOR.
Poetria, para que puedan darse cita los ejercicios de creación y traducción poética de los amigos.
"Minor", como un gesto de reverencia conmovida que hacemos hacia los grandes poetas (porque reconocemos la grandeza), pero no menor en dignidad, porque surge del mismo palpitar humano del corazón.
Un seminarium, un "semillero": una escuela de poetas y traductores...
Para cuidar a los hermanos menores.
Revista Universitaria El Capaneo
MEMORIA: el conocimiento afectivo

Suele escucharse decir que aprender de memoria no es buen consejo a la hora de estudiar. Creo, en cambio, que es un paso muy importante a seguir porque sirve para profundizar bien el objeto de estudio. Debe aclararse que se suele aprender de memoria para exámenes de diversa índole como quien sortea obstáculos, valiéndose de la aptitud que tenemos en la memoria para poder finalmente aprobar el examen. Conseguido esto, generalmente se olvida con el tiempo lo que la mente retuvo. Para el caso son útiles -como sabemos- las mnemotecnias que nos permiten retener lo aprendido por más tiempo.
Sin embargo, hay que aprender de memoria. Pero en este ejercicio de retención en la mente, se debe volver periódicamente para recordar lo aprendido, como se riega una planta para darle vida. Sólo que el período de riego será distinto según la memoria de cada persona. Hecho esto, se mantiene en la mente lo aprendido y es un bagaje cultural y un tesoro personal que nos pueden ser útiles en cualquier momento. Ya decía Dante en su Commedia que no se hace ciencia habiendo entendido sin retener[1], visto que podemos entender varias cosas, pero si no las retenemos, luego es probable que las olvidemos.
Una ventaja importante que comporta el aprendizaje de memoria de un hecho científico, mediante la experiencia racional de la vida, es que damos con el conocimiento, lo que puede ser llamado “episteme”. Ésta suele ser contrapuesta en la filosofía platónica a la “doxa”, que puede ser traducida como “opinión”. Éste es el enfoque epistemológico en relación a la memoria, la cual puede ser un camino fructífero para aprender. Y más aún cuando producimos conocimiento. Objetivo por antonomasia de la ciencia.
En inglés aprender de memoria se dice to learn by heart y en francés apprendre par coeur. Son expresiones idiomáticas. Y las señalo por la curiosidad de la presencia de la palabra “corazón” (heart y coeur). De alguna forma lo aprendido de memoria es por un motivo que en estas dos lenguas en principio fue por corazón (by heart y par coeur). Bien puede ser una razón afectiva el móvil del aprendizaje de memoria. Y esto los hablantes de inglés o de francés ciertamente no lo piensan hoy día cuando usan estas expresiones.
Ahora bien, el centro de la actividad racional como sabemos es la cabeza, pero en la Antigüedad Aristóteles situaba ese centro en el pecho, donde encontramos el corazón, que es motivo e instrumento de aprendizaje en las expresiones idiomáticas de las lenguas referidas. La relación me parece extraña, y a su vez, interesante porque muestra a las claras un comportamiento del ser humano ante la realidad. Y si nos detenemos en la palabra latina cor veremos que sus significados pueden ser tanto “corazón” como “inteligencia”, de manera que nos permite notar que la relación del conocimiento a través del afecto es evidente. Cor permanece en otras palabras de nuestro idioma tales como “a-cord-arse” o “re-cord-ar”. La relación aludida no nos resulta extraña ya que el hombre, tal como dice San Pablo en una de sus cartas, tiene el deseo de conocer (libido cognoscendi), y éste puede ser una forma de felicidad.
He encontrado una relación con respecto a la retención en la memoria de dos artes distintas, que son la música y la literatura. Con aquélla solemos retener las melodías que más nos gustan, y eso sucede sin que lo decidamos porque la mente retiene aquello que le gusta por estar escuchando con atención. Y en cambio, con la literatura, uno retiene los pasajes que más le gustan pero por una decisión. Creo que ambas artes son retenidas con más o menos conciencia, según el caso. A mí personalmente me ha pasado con poesía. Leyendo y releyendo el último canto del Paraíso de la Commedia de Dante noté con asombro que al cabo de varias lecturas y meditaciones algunos versos quedaban en mi memoria. Al principio quizá un par de versos, luego ya un terceto entero, luego otros más. Éste fue el motivo a que me decidiera a ir por más, y he aprendido todo el canto, que está compuesto por estrofas de tres versos. Los versos pares riman entre sí, y asimismo los impares, de manera que aprenderlos no resulta difícil. El genio de Dante se cuidó inclusive de estos detalles. La estructura de las estrofas es tal como si fueran anillos que engarzan unos con otros sucesivamente.
Ahora, en estos meses he aprendido poesías de Borges de memoria. El mejor hacedor poético de la lengua castellana[2]. Y luego de haber tenido esta experiencia con los dos poetas, puedo decir que es algo enriquecedor. Cada tanto vienen de improviso versos a la memoria cuando me pasa algo que estos versos poetizan. La melancolía, por ejemplo: “El hoy fugaz es tenue y es eterno; / otro Cielo no esperes, ni otro Infierno” en versos de Borges (poema “El instante”) por nombrar un caso.
El camino de la memoria hay que recorrerlo con paso decidido. Y las formas son muchas, como puede ser leer, hacer crucigramas u otras. Yo propongo la de aprender poesías de memoria, ya que la poesía puede ser alimento vital del alma, y porque no sólo de pan vive el hombre. Nuestra mente y la vida siguen siendo un misterio, y siempre lo serán. Ahondar en éste usando la memoria es una manera de afrontar la vida amorosamente, by heart.
Lucas Esandi
[1] Par. V, vv. 41-42: …non fa scïenza, / sanza lo ritenere, avere inteso.
[2] Así como Dante habla de Arnaut Daniel en Purg, XXVI, v. 117. como il miglior fabbro del parlar materno (“el mejor forjador del hablar materno”). Se refiere a los poetas en lenguas vernáculas y no en latín, que en caso de este famoso poeta es el provenzal. Dante en este pasaje metaforiza el arte de hacer versos con el herrero que forja versos con su arte y relumbran como el oro.
Una ventaja importante que comporta el aprendizaje de memoria de un hecho científico, mediante la experiencia racional de la vida, es que damos con el conocimiento, lo que puede ser llamado “episteme”. Ésta suele ser contrapuesta en la filosofía platónica a la “doxa”, que puede ser traducida como “opinión”. Éste es el enfoque epistemológico en relación a la memoria, la cual puede ser un camino fructífero para aprender. Y más aún cuando producimos conocimiento. Objetivo por antonomasia de la ciencia.
En inglés aprender de memoria se dice to learn by heart y en francés apprendre par coeur. Son expresiones idiomáticas. Y las señalo por la curiosidad de la presencia de la palabra “corazón” (heart y coeur). De alguna forma lo aprendido de memoria es por un motivo que en estas dos lenguas en principio fue por corazón (by heart y par coeur). Bien puede ser una razón afectiva el móvil del aprendizaje de memoria. Y esto los hablantes de inglés o de francés ciertamente no lo piensan hoy día cuando usan estas expresiones.
Ahora bien, el centro de la actividad racional como sabemos es la cabeza, pero en la Antigüedad Aristóteles situaba ese centro en el pecho, donde encontramos el corazón, que es motivo e instrumento de aprendizaje en las expresiones idiomáticas de las lenguas referidas. La relación me parece extraña, y a su vez, interesante porque muestra a las claras un comportamiento del ser humano ante la realidad. Y si nos detenemos en la palabra latina cor veremos que sus significados pueden ser tanto “corazón” como “inteligencia”, de manera que nos permite notar que la relación del conocimiento a través del afecto es evidente. Cor permanece en otras palabras de nuestro idioma tales como “a-cord-arse” o “re-cord-ar”. La relación aludida no nos resulta extraña ya que el hombre, tal como dice San Pablo en una de sus cartas, tiene el deseo de conocer (libido cognoscendi), y éste puede ser una forma de felicidad.
He encontrado una relación con respecto a la retención en la memoria de dos artes distintas, que son la música y la literatura. Con aquélla solemos retener las melodías que más nos gustan, y eso sucede sin que lo decidamos porque la mente retiene aquello que le gusta por estar escuchando con atención. Y en cambio, con la literatura, uno retiene los pasajes que más le gustan pero por una decisión. Creo que ambas artes son retenidas con más o menos conciencia, según el caso. A mí personalmente me ha pasado con poesía. Leyendo y releyendo el último canto del Paraíso de la Commedia de Dante noté con asombro que al cabo de varias lecturas y meditaciones algunos versos quedaban en mi memoria. Al principio quizá un par de versos, luego ya un terceto entero, luego otros más. Éste fue el motivo a que me decidiera a ir por más, y he aprendido todo el canto, que está compuesto por estrofas de tres versos. Los versos pares riman entre sí, y asimismo los impares, de manera que aprenderlos no resulta difícil. El genio de Dante se cuidó inclusive de estos detalles. La estructura de las estrofas es tal como si fueran anillos que engarzan unos con otros sucesivamente.
Ahora, en estos meses he aprendido poesías de Borges de memoria. El mejor hacedor poético de la lengua castellana[2]. Y luego de haber tenido esta experiencia con los dos poetas, puedo decir que es algo enriquecedor. Cada tanto vienen de improviso versos a la memoria cuando me pasa algo que estos versos poetizan. La melancolía, por ejemplo: “El hoy fugaz es tenue y es eterno; / otro Cielo no esperes, ni otro Infierno” en versos de Borges (poema “El instante”) por nombrar un caso.
El camino de la memoria hay que recorrerlo con paso decidido. Y las formas son muchas, como puede ser leer, hacer crucigramas u otras. Yo propongo la de aprender poesías de memoria, ya que la poesía puede ser alimento vital del alma, y porque no sólo de pan vive el hombre. Nuestra mente y la vida siguen siendo un misterio, y siempre lo serán. Ahondar en éste usando la memoria es una manera de afrontar la vida amorosamente, by heart.
Lucas Esandi
[1] Par. V, vv. 41-42: …non fa scïenza, / sanza lo ritenere, avere inteso.
[2] Así como Dante habla de Arnaut Daniel en Purg, XXVI, v. 117. como il miglior fabbro del parlar materno (“el mejor forjador del hablar materno”). Se refiere a los poetas en lenguas vernáculas y no en latín, que en caso de este famoso poeta es el provenzal. Dante en este pasaje metaforiza el arte de hacer versos con el herrero que forja versos con su arte y relumbran como el oro.
U2 - No Line On The Horizon

(La portada es una imagen del mar encontrándose con el cielo, del artista y fotógrafo japonés Hiroshi Sugimoto)
Estalla un riff de la distorsión de la guitarra de The Edge y comienza a sonar la tremenda potencia de la voz de Bono en la primera canción que lleva el nombre del reciente disco de U2, No Line On The Horizon. Con esta flamante entrega, y la incorporación de Daniel Lanois y Brian Eno en la producción, creo que estamos hablando de uno de los mejores discos históricos editados por la banda. Se trata de una producción muy cuidada y muy bien pensada artística y musicalmente. La conjunción de sonidos sónicos -que parecen querer manifestarse como un paso adelante con respecto a lo que uno escucha normalmente- esta vez se entremezcla con la deliciosa marca de reminiscencias del estilo musical de viejos himnos, al mejor estilo irlandés de la banda. “Vamos a intentar crear un nuevo sonido y entregar una obra maestra", comentaba Lanois mientras trabajaban en este álbum.
Estalla un riff de la distorsión de la guitarra de The Edge y comienza a sonar la tremenda potencia de la voz de Bono en la primera canción que lleva el nombre del reciente disco de U2, No Line On The Horizon. Con esta flamante entrega, y la incorporación de Daniel Lanois y Brian Eno en la producción, creo que estamos hablando de uno de los mejores discos históricos editados por la banda. Se trata de una producción muy cuidada y muy bien pensada artística y musicalmente. La conjunción de sonidos sónicos -que parecen querer manifestarse como un paso adelante con respecto a lo que uno escucha normalmente- esta vez se entremezcla con la deliciosa marca de reminiscencias del estilo musical de viejos himnos, al mejor estilo irlandés de la banda. “Vamos a intentar crear un nuevo sonido y entregar una obra maestra", comentaba Lanois mientras trabajaban en este álbum.
También aquí la lírica de Bono entusiasma por la profundidad, así lo vemos expresado en Magnificent , una de las canciones más interesantes del álbum.
“Nací para cantar para ti,
no tenía más remedio que levantarte
y cantar cualquier canción que quisieras
Te doy mi voz de nuevo
Desde el vientre mi primer llanto, era un ruido alegre…”
no tenía más remedio que levantarte
y cantar cualquier canción que quisieras
Te doy mi voz de nuevo
Desde el vientre mi primer llanto, era un ruido alegre…”
En el tiempo de globalización que vivimos, y de gran sucesión de hechos dramáticos y conflictos mundiales, las palabras de Bono suenan como un taladro que penetra en la realidad y marcan un camino. Así lo expresa el estribillo en la misma canción:
“Sólo el amor, solo el amor puede dejar una marca
Pero sólo el amor, sólo el amor puede curar una cicatriz…”
Pero sólo el amor, sólo el amor puede curar una cicatriz…”
Así habla Bono cuando comenta cómo surgió el título del álbum, una “imagen del infinito”. “Es como cuando vas hacia adelante, pero no estás exactamente seguro hacia donde – ese momento donde el mar y el cielo se convierten y se mezclan en uno”.
Para estos “buscadores del infinito” el futuro es prometedor.
Emiliano Kakisu
Recorrido por algunos Preludios de Rachmaninov
¿Por qué escuchar los Preludios de Rachmaninov? La respuesta habitual sería: por su belleza. Pero, ¿qué es la belleza? Algo es bello cuando es capaz de hacer vibrar mi persona por entero, es decir, cuando pone de relieve la atención hacia lo que puede en verdad satisfacerme. Es interesante escuchar los Preludios porque tocan esta altura de nuestra persona.
Don Giussani señala a propósito de estas piezas, que “la novedad del mundo existe si el hombre pertenece”. Lo que diferencia a Rachmaninov de Beethoven y Chopin es el golpe humano, la palabra dicha, “la impresión y la experiencia que se realiza escuchándolo”. Sus melodías documentan “el espesor de humanidad que lo generó”: un pueblo cristiano, relaciones concretas, rostros y cosas. La pertenencia le permitió un camino más directo a la meta. Vemos en Rachmaninov desde qué certeza y riqueza es generado el hombre singular.
Cómo define la música Rachmaninov
“La música es una calma noche de luna, un murmullo estival de hojas, un campaneo lejano en la noche. Es amor. Hermana de la música es la poesía y su madre el sufrimiento. Debe ser la suma total de las experiencias del compositor.”
Cómo define la función del Preludio
“La función no consiste en expresar un estado de ánimo, sino en inducirlo.”
Guía para la escucha
Escucharemos una selección de cinco preludios con un breve comentario intercalado, cerrando cada comentario con una pregunta surgida de la música.
1- Op. 3 no. 2. Do sostenido menor.
Este famoso preludio fue escrito por Rachmaninov a los 19 años. Se abre con tres notas, tres campanas que suenan a muerte. La melodía es de una profunda angustia, se sostiene la mirada sobre ella con insistencia. Pero el dolor que expresa no se cierra sobre sí mismo, concluye como una mirada tensa puesta en el horizonte, a la espera de una respuesta que no puede venir de nosotros. La vida es dolor (in hac lacrimarum valle como dice la Salve Regina), ¿qué puede transformarla en una fiesta?
Este ciclo de preludios (Op. 23) los escribe diez años después del anterior.
En este preludio el piano recuerda también el sonido de las campanas, pero esta vez, de una irrefrenable positividad. Las notas son como un amanecer. El sol que amanece a pesar de mí, a pesar de todas las objeciones, de todos mis razonamientos. El dolor no se va, pero el sol se levanta lo mismo y todo nuestro ser pide levantarse y caminar, y levantándose presiente que también allí hay Otro presente. ¿Por qué este inicio? ¿De dónde esta positividad?
3- Op. 23 no. 5. Sol menor.
Este preludio comienza con una suerte de marcha que, como tal, no acepta interferencias, ya lo sabe todo y es bueno así. Pero una ventana se abre de par en par e irrumpe una melodía deseosa, como una noche estrellada, en donde se hace presente la espera original del hombre. El corazón del hombre quiere algo infinitamente más grande que su medida. Con todo, la marcha se retoma, más firme y altiva que nunca, redoblando su resistencia: "yo me basto solo".
Y la pregunta: ¿Pero no es más grande amar el infinito?
4- Op. 32 no. 10. Si menor.
Este ciclo de preludios se compuso diez años después que el anterior.
Este preludio, se dice, era el más querido por Rachmaninov. Expresa una nostalgia profunda por la ausencia de su patria. Patria entendida como pueblo, personas, cosas desde donde había tomado consistencia su vida, su personalidad y su identidad. La nostalgia es por algo que era su sostén. Ese lugar no está, “Tu proverai sì come sa di sale/ lo pane altrui, e come è duro calle/ lo scendere e 'l salir per l'altrui scale.”, tú gustarás cuán sálado es el pan ajeno, y cuán cansador es subir y bajar por escaleras ajenas (Par. XVII, 58-60). ¿Dónde podré encontrar descanso?
5- Op. 32 no. 13. Re bemol mayor.
Tres notas abren este preludio, tal como veinte años antes sucedía con el primero que escuchamos. Pero estas tres notas ascienden, son campanas que anuncian una buena noticia. Noticia que va tomando cuerpo lentamente, noticia que se enfrenta con la incertidumbre -¿es posible?-, y luego se abre en toda su fuerza: es una fiesta para todos, en la que pueden participar todos.
¿Qué puede ser capaz de darle a la vida humana una alegría así?
Las preguntas las deberá contestar cada uno. Pregunta que también se hizo Gregorio Nacianceno:
“¿Qué diferencia hay, oh Señor, entre el animal y yo? Ninguna, porque nazco como un animal, gimo, sufro, tengo sed, tengo hijos y muero como cualquier animal. Si no fuera tuyo, oh Cristo, sería criatura finita.”
Patricio Perkins
Don Giussani señala a propósito de estas piezas, que “la novedad del mundo existe si el hombre pertenece”. Lo que diferencia a Rachmaninov de Beethoven y Chopin es el golpe humano, la palabra dicha, “la impresión y la experiencia que se realiza escuchándolo”. Sus melodías documentan “el espesor de humanidad que lo generó”: un pueblo cristiano, relaciones concretas, rostros y cosas. La pertenencia le permitió un camino más directo a la meta. Vemos en Rachmaninov desde qué certeza y riqueza es generado el hombre singular.
Cómo define la música Rachmaninov
“La música es una calma noche de luna, un murmullo estival de hojas, un campaneo lejano en la noche. Es amor. Hermana de la música es la poesía y su madre el sufrimiento. Debe ser la suma total de las experiencias del compositor.”
Cómo define la función del Preludio
“La función no consiste en expresar un estado de ánimo, sino en inducirlo.”
Guía para la escucha
Escucharemos una selección de cinco preludios con un breve comentario intercalado, cerrando cada comentario con una pregunta surgida de la música.
1- Op. 3 no. 2. Do sostenido menor.
Este famoso preludio fue escrito por Rachmaninov a los 19 años. Se abre con tres notas, tres campanas que suenan a muerte. La melodía es de una profunda angustia, se sostiene la mirada sobre ella con insistencia. Pero el dolor que expresa no se cierra sobre sí mismo, concluye como una mirada tensa puesta en el horizonte, a la espera de una respuesta que no puede venir de nosotros. La vida es dolor (in hac lacrimarum valle como dice la Salve Regina), ¿qué puede transformarla en una fiesta?
2- Op. 23 no. 2. Si bemol mayor.
Este ciclo de preludios (Op. 23) los escribe diez años después del anterior.
En este preludio el piano recuerda también el sonido de las campanas, pero esta vez, de una irrefrenable positividad. Las notas son como un amanecer. El sol que amanece a pesar de mí, a pesar de todas las objeciones, de todos mis razonamientos. El dolor no se va, pero el sol se levanta lo mismo y todo nuestro ser pide levantarse y caminar, y levantándose presiente que también allí hay Otro presente. ¿Por qué este inicio? ¿De dónde esta positividad?
3- Op. 23 no. 5. Sol menor.
Este preludio comienza con una suerte de marcha que, como tal, no acepta interferencias, ya lo sabe todo y es bueno así. Pero una ventana se abre de par en par e irrumpe una melodía deseosa, como una noche estrellada, en donde se hace presente la espera original del hombre. El corazón del hombre quiere algo infinitamente más grande que su medida. Con todo, la marcha se retoma, más firme y altiva que nunca, redoblando su resistencia: "yo me basto solo".
Y la pregunta: ¿Pero no es más grande amar el infinito?
4- Op. 32 no. 10. Si menor.
Este ciclo de preludios se compuso diez años después que el anterior.
Este preludio, se dice, era el más querido por Rachmaninov. Expresa una nostalgia profunda por la ausencia de su patria. Patria entendida como pueblo, personas, cosas desde donde había tomado consistencia su vida, su personalidad y su identidad. La nostalgia es por algo que era su sostén. Ese lugar no está, “Tu proverai sì come sa di sale/ lo pane altrui, e come è duro calle/ lo scendere e 'l salir per l'altrui scale.”, tú gustarás cuán sálado es el pan ajeno, y cuán cansador es subir y bajar por escaleras ajenas (Par. XVII, 58-60). ¿Dónde podré encontrar descanso?
5- Op. 32 no. 13. Re bemol mayor.
Tres notas abren este preludio, tal como veinte años antes sucedía con el primero que escuchamos. Pero estas tres notas ascienden, son campanas que anuncian una buena noticia. Noticia que va tomando cuerpo lentamente, noticia que se enfrenta con la incertidumbre -¿es posible?-, y luego se abre en toda su fuerza: es una fiesta para todos, en la que pueden participar todos.
¿Qué puede ser capaz de darle a la vida humana una alegría así?
Las preguntas las deberá contestar cada uno. Pregunta que también se hizo Gregorio Nacianceno:
“¿Qué diferencia hay, oh Señor, entre el animal y yo? Ninguna, porque nazco como un animal, gimo, sufro, tengo sed, tengo hijos y muero como cualquier animal. Si no fuera tuyo, oh Cristo, sería criatura finita.”
Patricio Perkins
Inicio de clases en la universidad
Juicio_A4_Baires
¿Por qué recomenzar?
“Amigos míos, en el corazón de cada hombre existe el deseo de una casa. En un corazón joven existe con mayor razón el gran anhelo de una casa propia, que sea sólida, a la que no sólo se pueda volver con alegría, sino también en la que se pueda acoger con alegría a todo huésped que llegue. (…)
Esta nostalgia no es más que el deseo de una vida plena, feliz, realizada. No tengan miedo de este deseo. No lo eviten. No se desanimen a la vista de las casas que se han desplomado, de los deseos que no se han realizado, de las nostalgias que se han disipado. Dios Creador, que infunde en un corazón joven el inmenso deseo de felicidad, no lo abandona después en la ardua construcción de la casa que se llama vida.”
Benedicto XVI
La universidad es nuestra casa. Incluso en medio del caos que reina, nuestra espera original sigue presente.
Para este nuevo inicio… ¿Cuál puede ser nuestro punto de partida?
Toda la necesidad que la realidad, tal como se da, despierta en nosotros: ¿para qué realmente estudio? ¿Por qué un examen bien dado no es suficiente? El punto de partida no puede ser una idea o el pensamiento de alguien, tiene que ser un hecho, un hecho que vivamos nosotros.
Y para construir una casa, se precisa también de un método con el que verificar si la construcción avanza sobre suelo firme o no. La casa que se llama vida también tiene un método.
El método para construir nuestra casa es seguir hasta el fondo esta necesidad, comparándola con lo que sucede. Es muy simple, se llama juicio: por ejemplo, ¿podemos pasar por la universidad y sólo haber aprendido ‘opiniones’? Evidentemente no. El juicio es reconocer lo que tenemos delante, y verificar si nos corresponde. Pero no cualquier correspondencia, sino la correspondencia entendida como respuesta a nuestra necesidad en toda su amplitud original: “inmenso deseo de felicidad”, “deseo de una vida plena, feliz, realizada”.
Juzgar así es el único método que nos hace hombres. Si no lo aplicamos, o hacemos lo que nos dicte algún otro (no partiendo de hechos sino de ideas), somos esclavos de nuestras actividades: tengo que estudiar, tengo que rendir los exámenes, tengo que...
Nuestra vida se vuelve un ángulo cerrado.
Ahora, ¿cuál es nuestro juicio? Recomenzamos porque encontramos personas que valoran todo lo humano, que valoran nuestra búsqueda de la verdad, nuestra espera, sin ahorrarnos ningún trabajo, poniéndonos en la posición justa para construir. Encontramos (no pensamos) una realidad que hace de nosotros un ángulo abierto hacia el Infinito.
Por eso, no somos más inteligentes, ni nuestras circunstancias son más favorables, tampoco nos interesa sustituir a nadie: vimos una humanidad cambiada y la seguimos. Esta es nuestra inteligencia, este es nuestro método. A esto te invitamos.
COMUNIÓN Y LIBERACIÓN UNIVERSITARIOS (CLU)
comunionyliberacion@gmail.com
Para bajar el archivo (.doc):
http://www.scribd.com/doc/13147812/Juicio-Clu-09
¿Por qué recomenzar?
“Amigos míos, en el corazón de cada hombre existe el deseo de una casa. En un corazón joven existe con mayor razón el gran anhelo de una casa propia, que sea sólida, a la que no sólo se pueda volver con alegría, sino también en la que se pueda acoger con alegría a todo huésped que llegue. (…)
Esta nostalgia no es más que el deseo de una vida plena, feliz, realizada. No tengan miedo de este deseo. No lo eviten. No se desanimen a la vista de las casas que se han desplomado, de los deseos que no se han realizado, de las nostalgias que se han disipado. Dios Creador, que infunde en un corazón joven el inmenso deseo de felicidad, no lo abandona después en la ardua construcción de la casa que se llama vida.”
Benedicto XVI
La universidad es nuestra casa. Incluso en medio del caos que reina, nuestra espera original sigue presente.
Para este nuevo inicio… ¿Cuál puede ser nuestro punto de partida?
Toda la necesidad que la realidad, tal como se da, despierta en nosotros: ¿para qué realmente estudio? ¿Por qué un examen bien dado no es suficiente? El punto de partida no puede ser una idea o el pensamiento de alguien, tiene que ser un hecho, un hecho que vivamos nosotros.
Y para construir una casa, se precisa también de un método con el que verificar si la construcción avanza sobre suelo firme o no. La casa que se llama vida también tiene un método.
El método para construir nuestra casa es seguir hasta el fondo esta necesidad, comparándola con lo que sucede. Es muy simple, se llama juicio: por ejemplo, ¿podemos pasar por la universidad y sólo haber aprendido ‘opiniones’? Evidentemente no. El juicio es reconocer lo que tenemos delante, y verificar si nos corresponde. Pero no cualquier correspondencia, sino la correspondencia entendida como respuesta a nuestra necesidad en toda su amplitud original: “inmenso deseo de felicidad”, “deseo de una vida plena, feliz, realizada”.
Juzgar así es el único método que nos hace hombres. Si no lo aplicamos, o hacemos lo que nos dicte algún otro (no partiendo de hechos sino de ideas), somos esclavos de nuestras actividades: tengo que estudiar, tengo que rendir los exámenes, tengo que...
Nuestra vida se vuelve un ángulo cerrado.
Ahora, ¿cuál es nuestro juicio? Recomenzamos porque encontramos personas que valoran todo lo humano, que valoran nuestra búsqueda de la verdad, nuestra espera, sin ahorrarnos ningún trabajo, poniéndonos en la posición justa para construir. Encontramos (no pensamos) una realidad que hace de nosotros un ángulo abierto hacia el Infinito.
Por eso, no somos más inteligentes, ni nuestras circunstancias son más favorables, tampoco nos interesa sustituir a nadie: vimos una humanidad cambiada y la seguimos. Esta es nuestra inteligencia, este es nuestro método. A esto te invitamos.
COMUNIÓN Y LIBERACIÓN UNIVERSITARIOS (CLU)
comunionyliberacion@gmail.com
Para bajar el archivo (.doc):
http://www.scribd.com/doc/13147812/Juicio-Clu-09
Manifiesto: «NECESITARÍAMOS UNA CARICIA DEL NAZARENO»
ELUANA ENGLARO
«La existencia es un espacio que se nos regala y que debemos llenar de sentido, siempre y en cualquier caso» (entrevista a Enzo Jannacci, médico y cantautor, publicada en el Corriere della sera del 6 de febrero de 2009).
¿Acaso una vida como la de Eluana se puede llenar de sentido? ¿Lo sigue teniendo ahora?
La muerte de Eluana no ha acallado estos interrogantes. Al contrario. No se ha acabado todo con el fracaso de quienes tenían la esperanza de que siguiera viviendo, o con la liberación de quienes no aguantaban su situación. El reto, ahora, se hace más radical para todos.
Su muerte es como un aguijón que nos interpela a cada uno de nosotros: ¿cómo hemos contribuido a colmar su vida de significado?, ¿cómo hemos acompañado a los que han sufrido más directamente su situación, empezando por su padre?
Cuando la realidad nos pone a prueba, nuestras medidas no son capaces de proporcionarnos ese sentido que, sin embargo, necesitamos para seguir adelante. Y es, sobre todo, frente a circunstancias dolorosas e injustas, que no parecen destinadas a cambiar o solucionarse, cuando surge la pregunta: ¿qué sentido tienen?
Si nos quedamos atrapados en nuestra razón reducida a medida, incapaz de sostener el impacto de la contradicción, crece la sensación de vacío. Lo cual nos aterra y nos deja solos con nuestra impotencia y con la sospecha de que, en el fondo, todo acaba en la nada.
¿Acaso podemos “llenar de sentido” una vida cuando nos encontramos frente a una persona como Eluana? ¿Podemos soportar el sufrimiento cuando supera nuestra medida? Imposible por nosotros mismos. Necesitamos contar con la presencia de alguien que viva con un sentido pleno esa vida que nosotros mismos vivimos a menudo como un vacío demoledor.
Ni siquiera a Cristo se le ahorró el dolor y el mal, e incluso la muerte. ¿En qué fue distinto de nosotros? ¿En que fue mejor? ¿En que tuvo más energía moral? No sólo. Tan es así que, en el momento supremo de la prueba, pidió ser librado de la cruz. En Cristo fue derrotada la sospecha de que la vida fuese, en último término, un fracaso, porque en él venció la relación con el Padre.
Benedicto XVI ha recordado que «el ser humano necesita un amor incondicionado. Necesita esa certeza que le hace decir: “Ni muerte, ni vida… podrá apartarnos del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús” (Rm 8,38-39). Si existe este amor absoluto con su certeza absoluta, entonces –sólo entonces– el hombre es “redimido”, suceda lo que suceda en su caso particular» (Spe salvi 26).
La presencia de Cristo es el único hecho que puede dar sentido al dolor y a la injusticia. Reconocer el bien que vence toda soledad y violencia es posible gracias al encuentro con personas que testimonian que la vida vale más que la enfermedad y la muerte. Para Eluana estas personas han sido las religiosas que la han cuidado durante tantos años, porque –como ha dicho Jannacci–, también hoy «necesitaríamos una caricia del Nazareno, ¡necesitaríamos tanto una caricia suya!». La caricia de aquel hombre que hace dos mil años, dirigiéndose a la viuda de Nain, le dijo: «Mujer, ¡no llores!».
10 de febrero de 2009
Comunión y Liberación
«La existencia es un espacio que se nos regala y que debemos llenar de sentido, siempre y en cualquier caso» (entrevista a Enzo Jannacci, médico y cantautor, publicada en el Corriere della sera del 6 de febrero de 2009).
¿Acaso una vida como la de Eluana se puede llenar de sentido? ¿Lo sigue teniendo ahora?
La muerte de Eluana no ha acallado estos interrogantes. Al contrario. No se ha acabado todo con el fracaso de quienes tenían la esperanza de que siguiera viviendo, o con la liberación de quienes no aguantaban su situación. El reto, ahora, se hace más radical para todos.
Su muerte es como un aguijón que nos interpela a cada uno de nosotros: ¿cómo hemos contribuido a colmar su vida de significado?, ¿cómo hemos acompañado a los que han sufrido más directamente su situación, empezando por su padre?
Cuando la realidad nos pone a prueba, nuestras medidas no son capaces de proporcionarnos ese sentido que, sin embargo, necesitamos para seguir adelante. Y es, sobre todo, frente a circunstancias dolorosas e injustas, que no parecen destinadas a cambiar o solucionarse, cuando surge la pregunta: ¿qué sentido tienen?
Si nos quedamos atrapados en nuestra razón reducida a medida, incapaz de sostener el impacto de la contradicción, crece la sensación de vacío. Lo cual nos aterra y nos deja solos con nuestra impotencia y con la sospecha de que, en el fondo, todo acaba en la nada.
¿Acaso podemos “llenar de sentido” una vida cuando nos encontramos frente a una persona como Eluana? ¿Podemos soportar el sufrimiento cuando supera nuestra medida? Imposible por nosotros mismos. Necesitamos contar con la presencia de alguien que viva con un sentido pleno esa vida que nosotros mismos vivimos a menudo como un vacío demoledor.
Ni siquiera a Cristo se le ahorró el dolor y el mal, e incluso la muerte. ¿En qué fue distinto de nosotros? ¿En que fue mejor? ¿En que tuvo más energía moral? No sólo. Tan es así que, en el momento supremo de la prueba, pidió ser librado de la cruz. En Cristo fue derrotada la sospecha de que la vida fuese, en último término, un fracaso, porque en él venció la relación con el Padre.
Benedicto XVI ha recordado que «el ser humano necesita un amor incondicionado. Necesita esa certeza que le hace decir: “Ni muerte, ni vida… podrá apartarnos del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús” (Rm 8,38-39). Si existe este amor absoluto con su certeza absoluta, entonces –sólo entonces– el hombre es “redimido”, suceda lo que suceda en su caso particular» (Spe salvi 26).
La presencia de Cristo es el único hecho que puede dar sentido al dolor y a la injusticia. Reconocer el bien que vence toda soledad y violencia es posible gracias al encuentro con personas que testimonian que la vida vale más que la enfermedad y la muerte. Para Eluana estas personas han sido las religiosas que la han cuidado durante tantos años, porque –como ha dicho Jannacci–, también hoy «necesitaríamos una caricia del Nazareno, ¡necesitaríamos tanto una caricia suya!». La caricia de aquel hombre que hace dos mil años, dirigiéndose a la viuda de Nain, le dijo: «Mujer, ¡no llores!».
10 de febrero de 2009
Comunión y Liberación
(Este manifiesto fue repartido como volante el 2 de marzo, en la Facultad de Medicina, Universidad de Buenos Aires)
“Yo, que incansable corro tras la hija ardiente de una visión”
Un recorrido por las Rimas de Bécquer
Pero no fueron estos posibles beneficios prácticos de su poesía lo que me atrapó en la lectura, sino una intuición profunda de Bécquer que fui descubriendo a medida que avanzaba por el libro.
El primer factor con el que me topé al leer las Rimas es la falta de certeza que envuelve la existencia humana. El libro, de hecho, se abre con una descripción de lo que es el hombre:
Saeta que voladora
cruza arrojada al azar,
y que no sabe dónde
temblando se clavará;
hoja que del árbol seca
arrebata el vendaval,
sin que nadie acierte el surco
donde al polvo volverá;
gigante ola que el viento
riza y empuja en el mar,
y rueda y pasa, y se ignora
qué playa buscando va;
luz que en cercos temblorosos
brilla próxima a expirar
y que no se sabe de ellos
cuál el último será;
eso soy yo que al acaso
cruzo el mundo sin pensar
de dónde vengo ni adónde
mis pasos me llevarán. (II)
“Ese soy yo que al acaso cruzo el mundo sin pensar”, este tópico se repite en otras poesías. Hay una en la que me detuve, porque el tema sufre un cambio peculiar: Bécquer introduce un nuevo y fascinante factor a la hora de definir qué es el hombre. Transcribo la poesía:
Cuando miro el azul horizonte
perderse a lo lejos,
al través de una gasa de polvo
dorado e inquieto;
me parece posible arrancarme
del mísero suelo
y flotar con la niebla dorada
en átomos leves
cual ella deshecho!
Cuando miro de noche en el fondo
oscuro del cielo
las estrellas temblar como ardientes
pupilas de fuego;
me parece posible a do brillan
subir en un vuelo,
y anegarme en su luz, y con ellas
en lumbre encendido
fundirme en un beso.
En el mar en la duda en que bogo
ni aún sé lo que creo;
sin embargo estas ansias me dicen
que yo llevo algo
divino aquí dentro. (VIII)
Esta vez hay algo diferente: no comienza por la duda, sino por la maravilla que le provoca contemplar la naturaleza. Maravilla que se vuelve un deseo de aferrar el cielo entero, en esa medida amplia e imposible con la que se presenta a nuestros ojos. Este deseo desmesurado, como el horizonte azul o como la noche oscura, se transforma casi inmediatamente en una certeza que atraviesa incluso “el mar de duda en que bogo”. Tan potente se revela el sentir, que presiente, intuye que está hecho por Otro, por algo divino, inconmensurable, infinito.
Este es el segundo factor que me interesa señalar: Bécquer reconoce, afirma y quiere poseer la medida inconmensurable que la naturaleza despierta en él, amplitud tan potente que vence incluso la duda e incertidumbre en la que vive.
Me topé en otra poesía suya de nuevo delante de esta vehemente intuición sobre el deseo humano, abierto a la necesidad de algo imposible, infinito, inmenso.
—Yo soy ardiente, yo soy morena,
yo soy el símbolo de la pasión,
de ansia de goces mi alma está llena.
¿A mí me buscas?
—No es a ti, no.
—Mi frente es pálida, mis trenzas de oro,
puedo brindarte dichas sin fin.
Yo de ternura guardo un tesoro.
¿A mí me llamas?
—No, no es a ti.
—Yo soy un sueño, un imposible,
vano fantasma de niebla y luz.
Soy incorpórea, soy intangible,
no puedo amarte.
—¡Oh ven, ven tú! (XI)
Ni el placer, ni la gloria están a la altura de lo que necesita, él necesita otra cosa: “un imposible, vano fantasma de niebla y luz”. Bécquer percibe en esta poesía el objeto del deseo –podríamos llamarlo, el Ideal- como aquello que ama, pero que no es capaz de hacer o producir, es algo que está fuera de la capacidad del hombre. Ahora, este reconocimiento está rodeado de una lejanía, de una extrañeza, de “una niebla”: “Soy incorpórea, soy intangible, no puedo amarte”.
¿Por qué el Ideal, el objeto de su deseo es lejano? Porque, para él, no se puede hacer experiencia de este objeto anhelado. Aquí está la lejanía más dura, porque con esto está afirmando que lo que necesita, lo que anhela es algo de lo que no puede ni podrá hacer experiencia. Sin embargo, no deja de reconocer la necesidad ineludible que determina su ser: “—¡Oh ven, ven tú!”.
Continué leyendo el libro y me encontré con otra bellísima poesía. En esta, Bécquer concibe todo su ser como relación con un tú, pero no cualquier tú –sería una equivocación pensar que le está hablando a una mujer-, sino uno con T mayúscula, un Tú. La profundidad de las imágenes hace claro que está hablando de un tú especial, está hablando del anhelo de los anhelos:
Cendal flotante de leve bruma,
rizada cinta de blanca espuma,
rumor sonoro
de arpa de oro,
beso del aura, onda de luz,
eso eres tú.
¡Tú, sombra aérea que cuantas veces
voy a tocarte te desvaneces
como la llama, como el sonido,
como la niebla, como un gemido
del lago azul!
En mar sin playas onda sonante,
en el vacío cometa errante,
largo lamento
del ronco viento,
ansia perpetua de algo mejor,
eso soy yo.
¡Yo, que a tus ojos en mi agonía
los ojos vuelvo de noche y día;
yo, que incansable corro y demente
tras una sombra, tras la hija ardiente
de una visión! (XV)
Este Tú es una belleza que huye, que está siempre más allá de sus intentos, “cuando voy a tocarte, te desvaneces”, y él es deseo de ella, “ansia perpetua de algo mejor”. Este Tú acapara toda la atención del poeta (“Yo, que a tus ojos…los ojos vuelo de noche y día”), ya no es cualquier mujer, se entrevé la presencia de algo más, “la hija ardiente de una visión”, es decir, el Ideal que nunca nos da tregua.
Pero esta vertiginosa intuición dura poco y pronto se vuelve amargura. Parece que el primer factor, la duda, retoma su protagonismo perdido:
Hoy como ayer, mañana como hoy,
¡y siempre igual!
Un cielo gris, un horizonte eterno
y andar... andar.
Moviéndose a compás como una estúpida
máquina el corazón:
la torpe inteligencia del cerebro
dormida en un rincón.
El alma, que ambiciona un paraíso,
buscándole sin fe;
fatiga sin objeto, ola que rueda
ignorando por qué.
Voz que incesante con el mismo tono
canta el mismo cantar,
gota de agua monótona que cae,
y cae sin cesar.
(…) (LVI)
Ya no es la falta de certeza sobre la existencia, sino la afirmación del fracaso del hombre: “El alma, que ambiciona un paraíso (…) fatiga sin objeto”. Si el deseo profundo del hombre no puede verse satisfecho, si sólo podemos ir de desengaño en desengaño, estúpido es el corazón que nos mantiene vivos. La constante insatisfacción se vuelve amargura y monotonía:
La Gloria y el Amor tras que corremos
sombras de un sueño son que perseguimos;
¡despertar es morir! (LXIX)
La amargura de Bécquer responde a un hecho fundamental: el amor y la gloria no bastan para satisfacer la sed infatigable del hombre. Se necesita otra cosa, se necesita a Otro.
Quizás muchos tópicos de estas poesías tengan que ver con las influencias y la situación histórica que él vivía. Muestran ciertamente una fractura en el interior del siglo XIX que heredamos también nosotros: la división entre lo que hago, pienso y siento y aquello que verdaderamente necesito. La división se traduce en una extrañeza delante del deseo de totalidad presente en el hombre, o más bien, en el caso de Bécquer, en una separación: el deseo existe, pero la respuesta no será nunca experimentable.
El recorrido que hace Bécquer puede ser el recorrido de cada uno de nosotros: ¿quién es capaz de reconocer y sostener esta afirmación: yo estoy hecho para la totalidad, para el Ideal? Cuando experimentamos esta amplitud del deseo que él documenta, ¿acaso no se cuela, un instante más tarde, el juicio amargo: "no es verdad este deseo, no es verdad que yo pertenezco a una medida inmensa"?
Esta medida inmensa que no da tregua es el testimonio que quiero señalar en Bécquer: estamos hechos para un imposible, o mejor aún, somos tensión hacia ese atractivo inconmensurable, porque hay algo divino dentro de nosotros. Censurar, tapar, ocultar esta experiencia (subrayo experiencia, porque estamos hablando de un hecho experimentable, como lo muestra la poesía VIII) es nuestra inmoralidad. Reconocerla, afirmarla y querer poseerla es la pequeña semilla desde donde puede crecer nuestra libertad, porque la libertad es la capacidad que nosotros tenemos para tender hacia este gran Atractivo, “la hija ardiente de una visión”.
Patricio Perkins
El otro día cayeron en mis manos una vez más las Rimas de Bécquer. Varias veces las había comenzado, pero esta vez no pude frenarme y las leí hasta el final. Da gusto leer sus versos, son simples y claros. Además, se pueden guardar algunos en el bolsillo para sorprender a alguna chica desprevenida. Alguien podría aprovechar este como un piropo refinado:
Si al mecer las azules campanillas
de tu balcón,
Crees que suspirando pasa el viento
murmurador,
Sabe que oculto entre las verdes hojas
Suspiro yo. (XVI, 1-5)
de tu balcón,
Crees que suspirando pasa el viento
murmurador,
Sabe que oculto entre las verdes hojas
Suspiro yo. (XVI, 1-5)
Gustavo Adolfo Domínguez Bastida, alias Gustavo Bécquer (1836-1870)
Pero no fueron estos posibles beneficios prácticos de su poesía lo que me atrapó en la lectura, sino una intuición profunda de Bécquer que fui descubriendo a medida que avanzaba por el libro.
El primer factor con el que me topé al leer las Rimas es la falta de certeza que envuelve la existencia humana. El libro, de hecho, se abre con una descripción de lo que es el hombre:
Saeta que voladora
cruza arrojada al azar,
y que no sabe dónde
temblando se clavará;
hoja que del árbol seca
arrebata el vendaval,
sin que nadie acierte el surco
donde al polvo volverá;
gigante ola que el viento
riza y empuja en el mar,
y rueda y pasa, y se ignora
qué playa buscando va;
luz que en cercos temblorosos
brilla próxima a expirar
y que no se sabe de ellos
cuál el último será;
eso soy yo que al acaso
cruzo el mundo sin pensar
de dónde vengo ni adónde
mis pasos me llevarán. (II)
“Ese soy yo que al acaso cruzo el mundo sin pensar”, este tópico se repite en otras poesías. Hay una en la que me detuve, porque el tema sufre un cambio peculiar: Bécquer introduce un nuevo y fascinante factor a la hora de definir qué es el hombre. Transcribo la poesía:
Cuando miro el azul horizonte
perderse a lo lejos,
al través de una gasa de polvo
dorado e inquieto;
me parece posible arrancarme
del mísero suelo
y flotar con la niebla dorada
en átomos leves
cual ella deshecho!
Cuando miro de noche en el fondo
oscuro del cielo
las estrellas temblar como ardientes
pupilas de fuego;
me parece posible a do brillan
subir en un vuelo,
y anegarme en su luz, y con ellas
en lumbre encendido
fundirme en un beso.
En el mar en la duda en que bogo
ni aún sé lo que creo;
sin embargo estas ansias me dicen
que yo llevo algo
divino aquí dentro. (VIII)
Esta vez hay algo diferente: no comienza por la duda, sino por la maravilla que le provoca contemplar la naturaleza. Maravilla que se vuelve un deseo de aferrar el cielo entero, en esa medida amplia e imposible con la que se presenta a nuestros ojos. Este deseo desmesurado, como el horizonte azul o como la noche oscura, se transforma casi inmediatamente en una certeza que atraviesa incluso “el mar de duda en que bogo”. Tan potente se revela el sentir, que presiente, intuye que está hecho por Otro, por algo divino, inconmensurable, infinito.
Este es el segundo factor que me interesa señalar: Bécquer reconoce, afirma y quiere poseer la medida inconmensurable que la naturaleza despierta en él, amplitud tan potente que vence incluso la duda e incertidumbre en la que vive.
Me topé en otra poesía suya de nuevo delante de esta vehemente intuición sobre el deseo humano, abierto a la necesidad de algo imposible, infinito, inmenso.
—Yo soy ardiente, yo soy morena,
yo soy el símbolo de la pasión,
de ansia de goces mi alma está llena.
¿A mí me buscas?
—No es a ti, no.
—Mi frente es pálida, mis trenzas de oro,
puedo brindarte dichas sin fin.
Yo de ternura guardo un tesoro.
¿A mí me llamas?
—No, no es a ti.
—Yo soy un sueño, un imposible,
vano fantasma de niebla y luz.
Soy incorpórea, soy intangible,
no puedo amarte.
—¡Oh ven, ven tú! (XI)
Ni el placer, ni la gloria están a la altura de lo que necesita, él necesita otra cosa: “un imposible, vano fantasma de niebla y luz”. Bécquer percibe en esta poesía el objeto del deseo –podríamos llamarlo, el Ideal- como aquello que ama, pero que no es capaz de hacer o producir, es algo que está fuera de la capacidad del hombre. Ahora, este reconocimiento está rodeado de una lejanía, de una extrañeza, de “una niebla”: “Soy incorpórea, soy intangible, no puedo amarte”.
¿Por qué el Ideal, el objeto de su deseo es lejano? Porque, para él, no se puede hacer experiencia de este objeto anhelado. Aquí está la lejanía más dura, porque con esto está afirmando que lo que necesita, lo que anhela es algo de lo que no puede ni podrá hacer experiencia. Sin embargo, no deja de reconocer la necesidad ineludible que determina su ser: “—¡Oh ven, ven tú!”.
Continué leyendo el libro y me encontré con otra bellísima poesía. En esta, Bécquer concibe todo su ser como relación con un tú, pero no cualquier tú –sería una equivocación pensar que le está hablando a una mujer-, sino uno con T mayúscula, un Tú. La profundidad de las imágenes hace claro que está hablando de un tú especial, está hablando del anhelo de los anhelos:
Cendal flotante de leve bruma,
rizada cinta de blanca espuma,
rumor sonoro
de arpa de oro,
beso del aura, onda de luz,
eso eres tú.
¡Tú, sombra aérea que cuantas veces
voy a tocarte te desvaneces
como la llama, como el sonido,
como la niebla, como un gemido
del lago azul!
En mar sin playas onda sonante,
en el vacío cometa errante,
largo lamento
del ronco viento,
ansia perpetua de algo mejor,
eso soy yo.
¡Yo, que a tus ojos en mi agonía
los ojos vuelvo de noche y día;
yo, que incansable corro y demente
tras una sombra, tras la hija ardiente
de una visión! (XV)
Este Tú es una belleza que huye, que está siempre más allá de sus intentos, “cuando voy a tocarte, te desvaneces”, y él es deseo de ella, “ansia perpetua de algo mejor”. Este Tú acapara toda la atención del poeta (“Yo, que a tus ojos…los ojos vuelo de noche y día”), ya no es cualquier mujer, se entrevé la presencia de algo más, “la hija ardiente de una visión”, es decir, el Ideal que nunca nos da tregua.
Pero esta vertiginosa intuición dura poco y pronto se vuelve amargura. Parece que el primer factor, la duda, retoma su protagonismo perdido:
Hoy como ayer, mañana como hoy,
¡y siempre igual!
Un cielo gris, un horizonte eterno
y andar... andar.
Moviéndose a compás como una estúpida
máquina el corazón:
la torpe inteligencia del cerebro
dormida en un rincón.
El alma, que ambiciona un paraíso,
buscándole sin fe;
fatiga sin objeto, ola que rueda
ignorando por qué.
Voz que incesante con el mismo tono
canta el mismo cantar,
gota de agua monótona que cae,
y cae sin cesar.
(…) (LVI)
Ya no es la falta de certeza sobre la existencia, sino la afirmación del fracaso del hombre: “El alma, que ambiciona un paraíso (…) fatiga sin objeto”. Si el deseo profundo del hombre no puede verse satisfecho, si sólo podemos ir de desengaño en desengaño, estúpido es el corazón que nos mantiene vivos. La constante insatisfacción se vuelve amargura y monotonía:
La Gloria y el Amor tras que corremos
sombras de un sueño son que perseguimos;
¡despertar es morir! (LXIX)
La amargura de Bécquer responde a un hecho fundamental: el amor y la gloria no bastan para satisfacer la sed infatigable del hombre. Se necesita otra cosa, se necesita a Otro.
Quizás muchos tópicos de estas poesías tengan que ver con las influencias y la situación histórica que él vivía. Muestran ciertamente una fractura en el interior del siglo XIX que heredamos también nosotros: la división entre lo que hago, pienso y siento y aquello que verdaderamente necesito. La división se traduce en una extrañeza delante del deseo de totalidad presente en el hombre, o más bien, en el caso de Bécquer, en una separación: el deseo existe, pero la respuesta no será nunca experimentable.
El recorrido que hace Bécquer puede ser el recorrido de cada uno de nosotros: ¿quién es capaz de reconocer y sostener esta afirmación: yo estoy hecho para la totalidad, para el Ideal? Cuando experimentamos esta amplitud del deseo que él documenta, ¿acaso no se cuela, un instante más tarde, el juicio amargo: "no es verdad este deseo, no es verdad que yo pertenezco a una medida inmensa"?
Esta medida inmensa que no da tregua es el testimonio que quiero señalar en Bécquer: estamos hechos para un imposible, o mejor aún, somos tensión hacia ese atractivo inconmensurable, porque hay algo divino dentro de nosotros. Censurar, tapar, ocultar esta experiencia (subrayo experiencia, porque estamos hablando de un hecho experimentable, como lo muestra la poesía VIII) es nuestra inmoralidad. Reconocerla, afirmarla y querer poseerla es la pequeña semilla desde donde puede crecer nuestra libertad, porque la libertad es la capacidad que nosotros tenemos para tender hacia este gran Atractivo, “la hija ardiente de una visión”.
Patricio Perkins
Suscribirse a:
Entradas (Atom)