llegan al patio desde temprano
… lo cotidiano se vuelve mágico”
(Peteco Carabajal, Como pájaros en el aire)
Desde el patio, los trazos –nublados de blanco o desnudos contra el óxido, el tizne y el cielo – esbozan la lejanía urbana y el detalle de los techos, con sus chimeneas y tanques de agua. Sobre ellos a veces se dibuja, como un sello de confirmación, el esquema de la esencia misma de lo que son: cosas fabricadas, que ahora son testigos de la luz y de las horas.
Y, al bajar, la mirada y las manos se encuentran con la ropa recién lavada del hijo recién nacido, con la soga para colgarla y el trabajo de todos los días, en ese mismo patio (que antes había sido el taller a cielo abierto, para los cuadros y el arreglo de las cosas domésticas):
“En ningún caso había pensado que podía ser fuente de inspiración para nuevos trabajos y temas. Si bien la primera imagen surgió tímidamente, con una sola posibilidad barajada, con el tiempo y el cambio de vivienda, que tenía un patio de atrás más grande, la idea fue creciendo hasta tomarla como una temática duradera en su desarrollo en el tiempo”.
“Peteco Carabajal, en su canción Como pájaros en el aire, que homenajea a la madre en sus tareas de todos los días, relata cómo incluso la simpleza de lo cotidiano, al observarla con detenimiento, puede volverse mágica. Esta frase, tantas veces escuchada, vuelve a mi mente y sólo después de este proceso creativo logro entenderla realmente”. (Luis Disalvo)
Una serie de objetos se ven en filigrana, como el reverso –o el fondo– de la realidad. El relieve de las cosas cotidianas es iluminado por el blanco sobrio de la tela: un balde boca abajo, una escalera, una silla de jardín, la canilla sobre una bacha, un ovillo de hilo dejado en el borde de un tragaluz, unos broches de ropa que cuelgan de la cuerda en el patio. Son los instrumentos y los pequeños lugares del trabajo de todos los días, en su descanso silencioso, observados en la profundidad de su forma.
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