De repente, el País se paraliza, las tareas se trastocan…
…y a la sorpresa por las vacaciones imprevistas se añade la preocupación por el “qué estará pasando”. Para un chico que se queda sin clases y que escucha constantemente las noticias y las conversaciones sobre la epidemia que azota a nuestro país y al mundo, lo más natural es preguntar a sus padres: ¿qué está pasando? Y más aún ¿por qué? Estas preguntas, que nos inquietan también a muchos de nosotros aunque intentemos acallarlas, no se agotan con una respuesta técnica o científica, sino que van más allá: ¿Qué sentido tiene todo esto? ¿Qué es la vida?
La cuestión es tan radical que, si somos serios con nuestra vida, no podemos evadir esta provocación discutiendo sobre cuál será el plan secreto del gobierno y de los poderosos, haciendo ironías que rápidamente transforman todo en broma o esperando que todo se resuelva para poder continuar como si nada hubiera sucedido. Esto sólo nos lleva a evadir el drama de las personas que han muerto, de sus familiares, de los enfermos, del personal de salud que se topa tan de cerca con el virus y de los países donde el contagio ya se ha extendido. Nos lleva a censurar que la palabra pandemia empieza a cernirse como una amenaza sobre la humanidad.
Hechos como éste nos ponen delante del misterio de la existencia desafiando nuestra razón y nuestra libertad. Desperdiciar la ocasión de mirarlos a la cara nos dejaría todavía más perdidos y escépticos.
Pero para estar delante del misterio de la existencia necesitamos algo más que los planes de emergencia, los cuidados médicos, los barbijos y el desinfectante de manos. Necesitamos algo más que los mensajes de aliento que nos dicen que juntos saldremos adelante.
Constatamos que todos los problemas de la vida son serios, y entre ellos el de la salud, pero pareciera que todo es serio menos “la vida” misma: “¿qué es la vida además de la salud, del dinero, de la relación entre el hombre y la mujer, de los hijos, del trabajo? ¿Qué es la vida además de todo esto? ¿Qué implica? La vida es todo esto, pero con un fin, con un significado.” (Giussani, ¿Se puede vivir así?, p. 113)
Somos una enorme exigencia, de significado, de plenitud, de felicidad, pero nos damos cuenta de que nosotros mismos no podemos dar respuesta a esta sed. Solos, con nuestras fuerzas, no podemos.
Lo único que puede sostener nuestra esperanza y permitirnos vivir sin tenerle miedo a nada es la experiencia de Cristo, Misericordia de Dios que se hace compañía palpable en la historia de nuestro pueblo a través de la Iglesia. Por eso, necesitamos estar atentos a quienes entre nosotros se mueven sin omitir ni las preguntas más profundas, ni las acciones necesarias, precisamente porque están ciertos de que todo se nos da para el cumplimiento de nuestra vida. Esta certeza llena de razones es la misma que brota de las palabras de María de Guadalupe a su hijo indígena, Juan Diego: “No temas ¿No estoy yo aquí que soy tu madre?”
Comunión y Liberación Argentina
Julio 2009
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