La experiencia de Residencias Universitarias en Santa Fe
El sábado 25 de octubre nos reunimos los responsables de la Obra (Julia, Estani, Lu, Eve y yo, con la compañía de José, Anita, Emirena y Francisco) para juzgar juntos lo que estaba sucediendo y acompañarnos a tomar decisiones para el próximo año.
Julia y yo propusimos la lectura del punto "La libertad en la raíz de la obra" del libro El yo, el poder, las obras de Don Luigi Giussani. Lo hicimos porque entendimos que esta propuesta nacía dentro de una compañía: solos no podemos afrontar ninguna necesidad. Y este punto del libro es excepcional, puesto que nos ayuda a dar razones de por qué continuar: "las obras solo nacen cuando uno tiene el coraje de decir yo".
Conversamos sobre las cosas de la residencia y el primer punto que dijo Julia, y que me sorprendió, fue la cantidad de chicos ingresantes que quieren entrar en las casas. Hasta el sábado había once mujeres y seis varones dispuestos a venir ¡y no habíamos hecho ninguna publicidad! Es increíble lo que está sucediendo, los chicos se enteran por lo que nuestros residentes les cuentan, ¡y automáticamente quieren venir a vivir a casa! Es Otro quien está aconteciendo entre nosotros, hay "Algo dentro de algo", que para mí es impensable. Sólo tuvimos que decir "sí" a una propuesta y vivirla, ¡nada mas! Así es cómo otros ven y quieren hacer la misma experiencia.
Como segundo punto, planteamos cómo podíamos seguir esto: "si el hombre no construye, ¿que hará para vivir?" (T. S. Eliot. Coros de "La Roca"). Se nos llama para dar testimonio a partir de nuestra experiencia, por eso no podemos reducir este camino a una mera comodidad, debemos esforzarnos para vivir y afrontar cada día lo que la vida nos propone, porque la vida es signo del Misterio.
Por tanto, planteamos la idea de poder abrir dos casas más, una de varones y otra de mujeres. En la semana nos sentamos con Julia a ver los números. La situación de los fondos propios de la Residencia no era la mejor: no nos alcanzaría para abrirlas. Por eso, en primera instancia, decidimos pedir muebles usados a todos los amigos adultos y nosotros nos encargaríamos de acondicionarlos. La segunda instancia es la de contar con fondos genuinos que nos permitan tener disponibilidad para afrontar los gastos de contrato, alquiler, etc. Estos pueden ser problemas, pero queremos asumir el riesgo, puesto que se nos está llamando a algo grande.
Aprovecho también para adjuntarles una carta que escribí sobre la obra y que, en la última reunión de las casas, hemos juzgado juntos todos los chicos de las Residencias. Esta carta es muy simple (¡soy economista, no literato!), pero en ella se recoge lo que se está viviendo. Y, si bien la escribimos hace un mes, no deja de impresionar la forma en la que el Misterio acontece entre nosotros, y da testimonio de lo que se nos dice en la Escuela de Comunidad: "A vosotros os ha impresionado un modo de vivir que anunciaba, que implicaba la vida, que lleva consigo la afirmación del significado de la vida"
Hoy la vida en la Universidad, tal y como se nos presenta, parece "condenarnos a la pasividad, a esta desidia mortal oculta entre tantas cosas que en el fondo no nos interesan, que no consiguen conquistarnos (...) nosotros también estaríamos condenados a esto si no hubiera ocurrido una novedad" (P. Julián Carrón, Huellas, agosto 2008).
CARTA: "UN CAMINO PARA LA VIDA"
Esta noche nos encontramos los integrantes de las Residencias Universitarias, quienes durante estos años estamos compartiendo la misma experiencia: vivir toda nuestra vida con otros, como si fuese una gran familia.
¿Quién de nosotros hubiera imaginado una experiencia así al decidir ingresar a la universidad, con todo el temor que significa adentrarnos en este nuevo camino? Pensemos un instante cuando ingresamos a la casa: era una gran incertidumbre, no conocíamos a nadie, no sabíamos nada de la universidad, muchos siquiera conocían Santa Fe. Y hoy estamos aquí, juntos, creciendo en un camino grande para nuestra vida.
No es nada obvio lo que nos sucede, es una novedad que se nos hace presente cada día y en la que nuestra vida se transforma.
Muchas veces se reduce la experiencia a algo normal y lógico, como si ya nos hubiéramos acostumbrado a vivir así y no tuviera nada que pudiera ser atractivo, pero sigue siendo excepcional para otros. Más de una vez nuestros compañeros de facultad, de trabajo o amigos nos han preguntado: ¿dónde vivís? Y respondemos: en una residencia con siete u ocho personas. Aquel, sorprendido y exaltado, nos dice: "¡Ocho personas!¡¿Cómo hacen?!". Entonces comenzamos a indicar cada una de las cosas que hacemos: grupos de comida, grupos de limpieza, días de estudio, reunión de casa. Y a partir de allí sentimos la necesidad de contar todo. Pero, ¿por qué lo hacemos? Porque tenemos delante una propuesta, a la que adherimos (tarde o temprano) con toda nuestra persona. Porque la compañía que encontramos aquí es una compañía que te abraza en la circunstancia, en aquello que te toca vivir todos los días. ¿Y cual es nuestra circunstancia? La vida en la universidad, pero no solamente la del estudiante que tiene que rendir materias, sino la de un hombre que esta madurando.
Ahora bien, ante esta propuesta tenemos dos opciones: "acomodarse" y hacer las cosas que exige la vida en comunidad para que "todo este bien", en orden; o bien, hacer lo que tenemos que hacer con una pregunta: ¿quiénes son estos rostros que encuentro todos los días y despiertan el gusto por estudiar y vivir así?
La primera plantea una actitud pasiva: lavo los platos porque me toca, hago reunión porque todos van, entonces no tengo chances y, mientras hablan, miro cada dos minutos el reloj pensando en las cosas que tengo que hacer luego. En fin, no soy yo el que vive, son los otros.
La segunda, vivida intensamente, mueve todo mi ser, lo despierta cada mañana con un deseo de estar atento a cada acontecimiento, pone en acción hasta el más mínimo detalle de mi persona.
Son dos posturas, en la primera estoy solo, en la segunda sigo a una compañía.
Tranquilamente se puede vivir solo (aun viviendo en la Residencia), pero es inmensamente mas difícil que estando juntos. ¿Por qué? Porque todos estamos haciendo el mismo camino. Esta es una propuesta guiada y sostenida por una compañía que nos reclama constantemente a lo justo y lo verdadero. Y este es el mismo reclamo que hacemos a nuestra vida.
Con amigos así el trabajo es distinto a los demás, vivir la universidad es distinto a cómo la viven los demás, la familia termina siendo distinta a la de los demás.
Para experimentar esto tenemos, como primera herramienta, la Reunión de Casa, un momento concreto en la semana en el que se pone en juego todo lo que soy, y se juega con otros que comparten la misma experiencia.
Todo está hecho para algo bueno, cada detalle, hasta el más imperceptible gesto (el lavar los platos, el limpiar el hogar, el preparar la comida) se nos presenta como una oportunidad para reconocer lo que más deseamos. Sin embargo, soy yo quien decide: se puede permanecer como si nada de lo que acontece ante nuestros ojos nos correspondiera, o bien mirar a aquellos que viven intensamente la propuesta y seguirlo. Sólo así, siguiendo, nuestra vida se ensancha y nuestro corazón explota. Deseamos de todo corazón ayudarnos a encontrar el significado de nuestra vida en esta gran obra.
Julio César Lozeco