Sobre la música
A raíz de diálogos desveladores –si se me permite la palabra- con un amigo acerca de la música en el Teatro Argentino en la representación de Tosca de Puccini (nada menos), ambos pensamos dar cuenta de ellos.
La música es el arte por antonomasia, el arte entre las artes. Y es que en verdad entre todas las formas artísticas, la música es la más conocida, la que está entre nosotros todos los días. Toda persona, sea cual fuere su estrato social está en contacto con ella.
La música se representa a sí misma, y eso la hace distintiva con respecto a las artes plásticas o a la literatura que representan miméticamente la realidad.
Cabe advertir que a veces la música imita o trata de representar a la naturaleza, pero estos casos no son mayoría. Recuerdo, por ejemplo El vuelo del moscardón de Rimsky Korsakov que es un interludio orquestal en que se percibe el vuelo justamente de un moscardón o abejorro (Poljot šmelja). O bien la famosa Obertura 1812 de Pyotr Ilyich Tchaikovsky, donde se notan sonidos bélicos y marchas marciales. Esta obra se le encargó al compositor para celebrar la victoria de los rusos sobre Napoleón en 1812. Otro ejemplo de mímesis es el de la flauta traversa: ésta suele imitar el canto de las aves, como sucede en una canción italiana llamada Rondine al nido (“Golondrina al nido”), compuesta por Vincenzo De Crescenzo, cuya interpretación más conocida y hermosa es la del gran Luciano Pavarotti.
Pienso que la música tiene a su vez significante y significado, o bien tanto imagen acústica como concepto. Identificado el objeto que la música refiere, ésta cobra significado; puede ser polisémica, al contener diversos significados y sentidos. A veces su significado es misterioso siendo inasible su totalidad. El ser humano casi por necesidad, o vaya uno a saber por qué (y aquí el lector podrá dar su valioso parecer), reconoce un significado en la música que escucha. Sus efectos colaterales y cognoscibles nos hacen elevar a un estadio superior cuando nos conmueve.
Pareciera haber un flujo de pasión en que el alma siente rebrotar sus alas que la ayudarán a volver a su condición divina supraterrenal donde contemplar el mundo de las ideas, siguiendo el motivo platónico de Fedro.
Recuerdo otra definición que denomina la música como “el arte del tiempo”, a lo que Søren Kierkegaard agregó no sin razón: de un tiempo sin tiempo. Relacionamos esta acotación con el sentido trascendente que tiene la música cuando se lo encontramos. Con la experiencia que, una vez ocurrida, nos altera para bien. Nadie es el mismo cuando aprehende ese sentido en la música, una vez que este sentido trascendente se nos revela como algo bello por ser inteligible sin reflexión (pensamiento de André Maurois). Pareciera una letanía divina que nos recuerda nuestra condición (¿cuál es nuestra condición?). Vemos en ella un medio de los infinitos que tiene Dios para manifestarse en tantas, y a veces tan extrañas maneras.
Y en la medida en que van fluyendo las palabras y asociaciones de ideas, pienso:
¿Acaso uno no siente amor cuando lo conmueve la música, haciéndole sentir una extraña sensación hasta física que irradia frescura a todo el cuerpo, como la sangre, alterando nuestro estado de ánimo en una emoción vital y plena, localizándose la vivencia general y finalmente en la mente, toda vez que nos embelesa los sentidos?
Si Dios es l’Amor che move il sole e l’altre stelle (nada es sino por Amor, para amar; el amor es el medio; el amor es el fin), ¿no sentimos su presencia mediante la música?
Lucas Esandi
Vissi d’arte, vissi d’amore: la tragedia de Tosca
A propósito de arte, amor y Dios, es justamente en el aria Vissi d’arte donde los tres se dan cita para poner en evidencia la tragedia de la célebre artista de la ópera de Puccini.
Al terminar de escucharla y de asistir al terrible final, me surgió la pregunta: ¿Por qué Tosca parece tan modernamente trágica? No se trata solamente de los acontecimientos que se desarrollan a lo largo de su trama, que desembocan en la muerte de los amantes. Algo más es lo que la hace trágica y no simplemente triste.
En la obra Dios es invocado como una instancia suprema de sentido y del destino, pero es un Dios en apariencia sordo y mudo. Existe un abismo que impide llegar a Él y su designio es imposible de “comprender” y, por lo tanto, de aceptar. El Te Deum que sirve de fondo al monólogo “omnipotente” del prepotente Scarpia, en el que se regodea de antemano con la posesión sexual de Tosca y la destrucción de su amante, el pintor Cavaradossi, establece un intenso contrapunto con dicho monólogo trágico, en el que Scarpia se exalta al infinito. En efecto, el villano termina diciendo: Tosca, mi fai dimenticare Iddio (“Tosca, me haces olvidar a Dios”). Estas son sus palabras, pero es en realidad la omnipotencia, que él pretende como respuesta a su enorme sed de grandeza, la que trágicamente lo separa del verdadero “único omnipotente” (glorificado, aunque más no sea a fuerza de tradición, con el magnífico Te Deum que acaba dominando la escena). Verdadero único omnipotente, del cual la hermosa Tosca constituye un signo innegable, si él quisiera verla…
Te Deum. Cornell MacNeil como Scarpia
Por el contrario, Tosca es una pía mujer. Pero esto no alcanza para eximirla de la trágica separación del Misterio que crea todas las cosas. Su separación es tan grande que termina destruyéndose a sí misma, después de darse cuenta de que su amado Cavaradossi se ha perdido (para siempre).
Vissi d'arte. Maria Callas como Tosca
Vissi d’arte, vissi d’amore (“Viví de arte, viví de amor”): todo refugio estético y amoroso se revela débil en la hora del extremo dolor. La injusticia es patente: Non feci mai male ad anima viva (“Nunca hice el mal a ninguna criatura viviente”). Más aún, en los días bellos de la vida, Tosca alabó y pidió a Dios sempre con fè sincera…
Es un dulce clamor final el de la cantante a Dios, el grito de un niño bueno abandonado por su padre: Peché me ne rimuneri così? (“¿Por qué me lo pagas así?”).
No se entiende, pues, la fría mudez del divino interlocutor, acaso porque no queda más salida que considerarlo ausente, o irremediablemente lejano, en una modernidad que ya no está dispuesta a creer que Dios puede manifestarse también a través del dolor.
Vissi d’arte, vissi d’amore,
non feci mai male ad anima viva!
Con man furtiva
quante miserie conobbi aiutai.
Sempre con fè sincera
la mia preghiera
ai santi tabernacoli salì.
Sempre con fè sincera
diedi fiori agl’altar.
Nell’ora del dolore
perchè, perchè, Signore,
perchè me ne rimuneri così?
Diedi gioielli della Madonna al manto,
e diedi il canto agli astri, al ciel,
che ne ridean più belli.
Nell’ora del dolor
perchè, perchè, Signor,
ah, perchè me ne rimuneri così?
Viví de arte, viví de amor,
¡nunca hice el mal a ninguna criatura viva!
Con mano furtiva
conforté cuantas miserias conocí.
Siempre con fe sincera
mi plegaria a los santos tabernáculos subió.
Siempre con fe sincera
ofrecí flores al altar.
En la hora del dolor,
¿por qué, por qué, Señor,
por qué me lo pagas así?
Ofrecí joyas al manto de la Virgen,
y ofrecí el canto a los astros, al cielo,
que entonces reían más hermosos.
En la hora del dolor,
¿por qué, por qué, Señor,
ah, por qué me lo pagas así?
Santiago Disalvo