POETRIA MINOR

O "Los Poetas Menores" de El Capaneo:
un hermano menor, pero ruidoso e inquieto,
que quiere salir a jugar...


Abrimos esta sección de poetas jóvenes y desconocidos (algunos, aun para sí mismos), que decidió retoñar de las entrañas del gigante CAPANEO, alimentándose de su POETRIA MAIOR.

Poetria, para que puedan darse cita los ejercicios de creación y traducción poética de los amigos.

"Minor", como un gesto de reverencia conmovida que hacemos hacia los grandes poetas (porque reconocemos la grandeza), pero no menor en dignidad, porque surge del mismo palpitar humano del corazón.

Un seminarium, un "semillero": una escuela de poetas y traductores...
Para cuidar a los hermanos menores.


Revista Universitaria El Capaneo




El hecho de que Él exista: Los orígenes históricos del Cristianismo

“La forma más baja del escándalo, humanamente hablando, es dejar sin solución todo el problema en torno a Cristo. La verdad es que se ha olvidado por completo el imperativo cristiano: tú debes. Que el cristianismo te haya sido anunciado significa que tú debes tomar postura ante Cristo. Él, o el hecho de que Él exista, o el hecho de que haya existido, es la decisión clave de toda la existencia.” Kierkegaard

Mientras estaba leyendo, el otro día en el colectivo, el libro Los orígenes históricos del cristianismo (Editorial Encuentro, 2007), se me acercó una persona y me preguntó interesada sobre lo que leía: “Pero ese libro, ¿de qué trata? ¿Es la verdadera historia? ¿Cuenta lo que verdaderamente pasó, o sólo es una interpretación, otra historia más?”
¿Y por qué esto todavía interesa? ¿Por qué Jesús sigue siendo tema de controversia y discusión? Cada Navidad o Pascua, como si fueran estos los únicos momentos del año en los que valiera Cristo, y en los que medianamente se Le presta algo de atención, vemos surgir “nuevas” investigaciones o interpretaciones acerca del “verdadero Jesús” o del “Jesús histórico”. Aparecen nuevos descubrimientos sobre tumbas, manuscritos e inscripciones que dicen revelarnos quién era realmente Él y cuál era Su mensaje. Un personaje mitológico, un campesino revolucionario antiimperialista, un rabino reformista, un simple mago que engañó a varios, o todo eso junto. Todo, menos lo que aquellos que vivieron con Él, aquellos que lo vieron y escucharon durante años, nos trasmiten de Él y de su vida.

La verdad histórica o sea, el poder llegar a tener la certeza de que un hecho, un acontecimiento, sucedió en un momento y un lugar dado, y el poder llegar, de la misma manera, a su significado, es algo que concierne no sólo a los historiadores en su disciplina. En realidad, para cada uno de nosotros es necesaria esta certeza en nuestra vida cotidiana. Desde saber que las cosas que acontecieron en nuestra vida fueron verdaderas, hasta poder afirmar, sin miedo a equivocarse, que uno vive aquí y ahora en tanto es parte de una historia, de un camino, que tiene sus bases bien fundadas en el tiempo.
De ahí la importancia de establecer la historicidad del cristianismo, de poder decir qué fue lo que verdaderamente ocurrió y de averiguar quién fue Jesús en realidad. Esto es lo que se propone el libro Los orígenes históricos del cristianismo de José Miguel García.

En primer lugar, el autor se dedica a hacer una rápida reseña de las fuentes cristianas y extra-cristianas existentes, para verificar científicamente el acontecimiento de Cristo. Desde Tácito hasta los escritos rabínicos de los primeros siglos después de Cristo, pasando por los Evangelios canónicos y apócrifos, se da un repaso general para demostrar la abundancia de testimonios sobre los orígenes cristianos. No obstante, la fiabilidad de estas fuentes y el método con que interpretarlas o, como dirían los historiadores, la heurística y la hermenéutica, ocupan también una buena parte de los primeros capítulos del libro.
Una vez claro esto, García comienza a estudiar los hechos más destacados de los Evangelios sobre los cuales se han establecido las mayores controversias historiográficas y las críticas más importantes a su historicidad: los milagros realizados por Jesús, el problema del “secreto mesiánico”, las supuestas contradicciones de los mismos Evangelios en fechas, lugares y eventos, y la más importante de todas, la pretensión de Jesús de ser Dios. Los análisis de estos polémicos fragmentos neotestamentarios se basan, sobre todo, en nuevas hipótesis filológicas que el autor, en conjunto con otros reconocidos estudiosos del tema, como Julián Carrón, ya había desarrollado en otros trabajos. Según los especialistas, muchos de los problemas ofrecidos por los Evangelios se debían a traducciones incorrectas de los textos. A partir de la hipótesis de que la redacción original fue hecha en arameo y no en griego, como se suponía, se pueden sortear muchos de los problemas objetados por los estudiosos escépticos. Una mala traducción del arameo al griego habría sido la causa de muchos malentendidos histórico-apologéticos.
El libro, cuya hipótesis básica es la del “sustrato aramaico” de los Evangelios, continúa con unos capítulos que se dedican al suceso fundamental de los Evangelios: la muerte, Resurrección y posterior manifestación de Cristo a los apóstoles en distintas apariciones. Aquí el autor hace una pequeña aclaración que es muy importante “en buena crítica histórica, el único modo de explicar el mensaje de la Iglesia primitiva sobre la resurrección es hacerlo brotar de una experiencia real, no meramente subjetiva, de Jesús resucitado por parte de los primeros testigos, experiencia que tenemos descrita en los relatos evangélicos de las apariciones. Con esto no decimos que la investigación histórica nos introduce en el misterio de la resurrección de Jesús; eso sólo puede hacerlo la fe. Pero lo que sí puede hacer es mostrar cómo creer en todo el misterio que representa esta obra de Dios es un rationabile obsequium fidei”. O sea, la historia puede mostrar lo razonable que es creer en la resurrección, no habiendo alternativas sensatas al suceso relatado. Lo que no puede hacer la historia es hacernos comprender su verdadera importancia.
En los últimos capítulos el autor desarrolla y ahonda los temas de las primeras comunidades cristianas, la predicación paulina, la expansión del cristianismo en el Imperio Romano y la relación de los cristianos con el judaísmo y con el Imperio. En todo momento se ve la novedad radical que el cristianismo supone para el mundo grecorromano: pone fin a los esquemas y barreras sociales y políticas del mundo sin romper, paradójicamente, con el mundo.

Aquellos que no se conforman con las supuestas “investigaciones científicas” (a menudo, ideológicamente deformadas), sino que quieren ir al fondo del problema histórico de Jesús y de su anuncio (es decir, que Dios se hizo hombre, nació, creció, murió y resucitó en un momento y lugar determinados), en definitiva, aquellos que buscan conocer la verdad histórica “tal como realmente fue” (“wie es eigentlich gewesen ist”), deben ser honestos con las fuentes trasmitidas a través de la historia. La única manera de juzgar lo que el Cristianismo dice de sí mismo es aproximarse sin ideologías ni prejuicios.
Los últimos 250 años de estudios históricos adolecen de una ideologización de los enfoques para estudiar el paleo-cristianismo. Demasiada agua ha pasado bajo el puente desde el inicio de los estudios bíblicos críticos de los historiadores iluministas. Estos, imbuidos en el espíritu racionalista que comenzaba a afianzarse, consideraban todo dogma o autoridad como arbitrarios y contrarios a la Razón, y suponían necesario para investigar la vida de Jesús y el origen del Cristianismo prescindir de la historia que la tradición, los Evangelios y la Iglesia habían trasmitido por siglos. Sin embargo, en estos 250 años de supuesta investigación crítica poco se ha avanzado: hoy en día se postulan como “novedosas” teorías ya repetidas hasta el hartazgo. En Los orígenes históricos del Cristianismo se encara el problema de la historicidad de la propuesta cristiana sin obviar ninguna de estas hipótesis anteriores (por infundadas que puedan ser); y verificando, con las técnicas hermenéuticas y filológicas más desarrolladas y novedosas, la credibilidad de las hipótesis que los cristianos han mantenido desde hace dos milenios. Jesús existió y, según nos informan sus seguidores más cercanos, tuvo la reivindicación más radical que alguien en la historia de la humanidad pudo tener: Él afirmó ser Dios.

El Cristianismo es, ante todo un hecho histórico, que continúa en el presente. Por lo tanto, la verdad sobre él sigue siendo alcanzable no por un razonamiento o un esfuerzo interior, sino mediante la historia. Es necesario saber si fue verdad lo que ocurrió, si Cristo fue y es lo que Él dijo ser.
“Sí, ha ocurrido realmente. Jesús no es un mito, es un hombre de carne y hueso, una presencia del todo real en la historia. Podemos visitar los lugares donde estuvo y andar por los caminos que Él recorrió, podemos oír sus palabras a través de testigos. Ha muerto y ha resucitado. […] y los mitos lo han esperado a Él, en quien el deseo se ha hecho realidad.” Benedicto XVI

Nicolás P.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy buen post!. Estudio Historia y es cierto que Cristo sigue siendo controversia y discusión, por eso mismo en mi universidad se lo ignora para no tener que ir hasta el fondo del asunto. Para no tener que toparse con una realidad que pueda llegar a cambiar radicalmente todo lo que uno es.

Besos!
Rosario (Bahía)

Lucas Esandi dijo...

Es verdad.
Nos debemos acercar sin prejuicios.
No son muchos los que están dispuestos a confrontar y dialogar buscando la verdad.
Pienso que el motivo de controversia ronda también sobre el hecho de anunciarse como la Verdad (Juan 14: 6); algo para muchos imposible.
Sin miedo a la verdad. El cristiano no debe temer confrontar. Si sabe que todo surge de la Palabra de Dios, como leemos en el testimonio joánico. Nuestra razón, nuestro insuflo divino, la palabra y la luz vienen de Ella.
Cristo es la medidad de nuestro tiempo. No es mero convencionalismo. Vivimos en el año 2009 después del acontecimiento que cambió la Historia. El momento del encuentro.
Hay que tomar una postura.